La ruta de la artesanía

Marruecos es un lugar mágico en donde las tradiciones de los nómadas bereberes se dan la mano con influencias de todos el mundo. La cultura marroquí valora el trabajo de los artesanos, tanto los tradicionales como los más contemporáneos. Al volante de un Mazda CX-60, nos hemos embarcado en un viaje a través de paisajes espectaculares y de las sinuosas carreteras del desierto hasta el epicentro cultural del país: Marrakech.


La artesanía tradicional es uno de los pilares de la enorme riqueza cultural por la que Marruecos es conocido en todo el mundo. Solo hay que pensar en la cerámica de Fez, las alfombras de Ouarzazate o las taraceas en madera de tuya de Essaouira. Las técnicas tradicionales de la cultura bereber forman parte de un patrimonio que todavía puede encontrarse, orgulloso y palpitante, en cada rincón de sus ciudades y pueblos. Pero, al mismo tiempo, el país se encuentra inmerso en un proceso dinámico de cambio, impregnándose de influencias modernas exteriores que le llegan a otros países árabes y africanos, de Europa y del resto del mundo. Tampoco es algo que extrañe, si pensamos en la legendaria hospitalidad marroquí.

Desde los primeros compases de nuestro viaje, la salvaje belleza de las tierras de interior nos deja con la boca abierta. Marruecos es una superposición de escenarios naturales muy variados. Por algo es un puente entre África y Europa, está bañado por el Mediterráneo y se abre a la inmensidad del Atlántico. “Es un paisaje esculpido por fuerzas primigenias”, dicen. Y no se equivocan. Dicho esto, es esencial elegir un vehículo con la solidez necesaria para sobreponerse a esas fuerzas.

Como el CX-60, con tracción integral i-Activ, un chasis robusto y un potente motor: un compañero ideal para esta aventura sobre cuatro ruedas, en especial para la jornada en que atravesamos la Garganta del Dadès. Esa carretera, rebosante de curvas cerradísimas, que discurre entre impresionantes formaciones rocosas, debe estar en la lista de los deseos de cualquier amante de la conducción. Gracias a su sistema Mi-Drive y sus cinco modos de conducción, nuestro coche puede con lo que haga falta. En carreteras como esta, el modo todoterreno resulta ideal, sin ir más lejos.

Dentro de la variedad del país, observamos una constante: dondequiera que nos detenemos, encontramos una extraordinaria abundancia de talleres con artesanos —y artesanas— volcados en su trabajo. Y aunque los más jóvenes suelen volver la vista hacia Occidente en busca de tendencias y distracciones modernas, lo cierto es que las artes y oficios tradicionales siguen gozando de un aprecio excepcionalmente alto en el país.

En cada esquina y en cada patio vemos artesanos enfrascados en los detalles de sus piezas. Como los orfebres de hábiles manos, que trabajan minuciosamente a golpe de cincel las famosas lámparas colgantes orientales. Tal es su arte, que estas lámparas se han convertido en un importante producto de exportación, al igual que las legendarias alfombras de las tribus Ait Ouaouzguite y Hanbal, elaboradas por tejedoras con técnicas y motivos tradicionales.

 

Ouarzazate, situada a unos 200 kilómetros al sur de Marrakech, es una popular parada en los circuitos turísticos, que ilustra con inusual viveza los contrastes del país. Por supuesto, vayamos donde vayamos, las tiendas de artesanía tradicional son omnipresentes. Sin embargo, Ouarzazate también es conocida por sus estudios de cine, en donde se han rodado películas tan famosas como Lawrence de Arabia, La última tentación de Cristo o Gladiator. En las afueras de la ciudad hay una impresionante central termosolar, con una capacidad instalada de 580 megavatios, que proporciona energía sostenible en abundancia a la región.

Todavía impresionados por estos contrastes, ponemos rumbo hacia Marrakech. El paisaje, interminable, nos fascina, y el tiempo se escurre como arena entre los dedos. En nuestra ruta, visitamos el Alto Atlas. Esta cordillera, la más alta del norte de África, retrata a la perfección la diversidad de los paisajes de Marruecos, en donde no falta ni la aridez de los desiertos ni las cumbres nevadas ni los valles con vegetación exuberante. Las carreteras de montaña son fantásticas para apreciar la tecnología Kinematic Posture Control, el sistema de control dinámico de la suspensión de nuestro Mazda CX-60, que se encarga de mantener la estabilidad del coche en todo momento, incluso cuando pisamos un poco el acelerador.

En cuanto llegamos a Marrakech, notamos un ambiente distinto. En sus calles y talleres se respira una atmósfera de animación y creatividad muy característica. La concentración humana, sus zocos abigarrados y sus numerosas tiendas de arte y diseño le dan todos los ingredientes para ser una auténtica metrópolis oriental. Una con un sabor único.

El zoco puede llegar a saturar los sentidos, pero hay que verlo al menos una vez. Después, dejamos atrás con gusto el ajetreo porque tenemos una cita importante: nos esperan Rebecca Wilford y Larbi Cherkaoui, su marido, una pareja de artistas que están encantados de mostrarnos cómo es el mundillo del arte en Marrakech.

A los 30 años, Rebecca, que quería una vida creativa, sintió el impulso de trasladarse de Australia a Marruecos. “En Marruecos existe un gran respeto por la artesanía. Un artesano experto todavía tiene el poder de transformar una idea en una realidad”. Esta visión la inspiró para convertirse en cofundadora de Hamimi, un moderno estudio que ofrece exclusivas piezas de diseño hechas a mano. Hamimi trabaja con un equipo de artistas locales —todas mujeres— y produce bisutería de latón de edición limitada, bolsos de piel y pantallas de ganchillo para lámparas.

En Marrakech, conoció a Larbi: “Nos encontramos por casualidad en mi bloque de apartamentos”, nos cuenta Rebecca. “Él estaba cubierto de pintura y apenas chapurreaba un poco de inglés. Pero nuestra pasión común por el arte nos hizo conectar al instante”. Larbi es un artista visual conocido dentro y fuera de Marruecos. Su trabajo es atrevido y suele combinar la caligrafía árabe con conceptos abstractos, para crear obras de gran expresividad, que invitan a reflexionar sobre lo que de verdad significan nuestras palabras hoy día.

Les preguntamos qué opinan de Mazda. Larbi responde: “Para nosotros dos, el trabajo artesano significa mucho. Creo que es lo que crea una conexión entre nosotros y Mazda. En el Mazda CX-60 se ve claramente lo que significa el lema Crafted in Japan: la atención por los detalles, la calidad de los materiales, el estudio cuidadoso del estilo y el diseño... Es un vehículo que representa lo que imagino cuando pienso en la cultura y la artesanía japonesas.

Rebecca coincide: “Parte de nuestro decálogo en Hamimi es que la práctica hace la perfección, que debe ser imperfectamente perfecta”.

En Mazda, también veo está búsqueda de la perfección humana, con su cultura Takumi, que valora y capitaliza la destreza de sus maestros artesanos. Me parece un punto de partida ideal para hacer grandes cosas, lo mismo coches que brazaletes de estilo bereber.

Agradecidos por sus amables palabras, nos despedimos de esta pareja de artistas y de Marrakech, y emprendemos el viaje de regreso. Cuando llegamos a nuestro destino nos sentimos profundamente relajados, gracias al exquisito diseño del habitáculo del CX-60, espacioso, capaz de transmitir tranquilidad en el viaje más frenético. Pulsa en el enlace siguiente para saber más sobre nuestro SUV insignia.

 

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