Tejidos teñidos de tradición

La tradición textil japonesa es una historia de pasión y dedicación, enraizada en el uso de materiales naturales que sirven como fuentes de inspiración para crear colores y formas. Hoy hablamos de una nueva generación de artesanos que miran a la tradición con nuevos ojos.


En Japón existe una dilatada y rica tradición de artes textiles, en la que cada región ha desarrollado su estilo peculiar. Aunque los materiales y las técnicas varían, hay un doble hilo conductor que une las distintas tradiciones: el respeto por el pasado y la vocación de excelencia.

Producir tejidos no solo proporcionaba ropa y artículos para el uso diario: a menudo también era una valiosa fuente de ingresos para toda la comunidad. La gente utilizaba materiales naturales fáciles de conseguir que, de paso, eran respetuosos con el entorno e inocuos para el ser humano. Cada uno de esos materiales tenía características diferenciales que acabaron convirtiéndolos en símbolos de la región en donde se utilizaban. Un buen ejemplo es el cártamo o alazor (benibana en japonés), presente desde hace varios siglos en la tradición textil de la prefectura de Yamagata, al norte de Japón. Las flores de esta planta, que se cultivaba de forma comercial, eran apreciadas por el tinte carmesí que se extraía de sus pétalos y que todavía hoy utilizan un buen número de artesanos.

Por su parte, la prefectura de Tokushima ha sabido conservar el arte de teñir con índigo (aizome), una tradición que data de hace unos 800 años, según se cree. Tokushima se encuentra al este de Shikoku, la más pequeña de las cuatro islas principales de Japón. Tiene un suelo fértil y agua abundante, las condiciones ideales para el cultivo del índigo. La peculiar tonalidad que se obtiene del índigo conocida cariñosamente como “Japan Blue” ha llegado incluso a incorporarse al logotipo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio de 2020.

Al igual que ocurrió con el cártamo de Yamagata, la demanda de tinte índigo para la producción textil se redujo a lo largo del siglo XX, a medida que aparecieron tintes sintéticos más baratos. Sin embargo, el creciente interés por las técnicas tradicionales, los ingredientes naturales y las prácticas sostenibles han dado en los últimos años nuevas alas a los tintes ecológicos japoneses para la producción textil. Y hay toda una nueva generación de artesanos que están combinando las técnicas ancestrales con propuestas estéticas contemporáneas, con resultados apasionantes.

Uno de ellos es Takuya Shoji, de Hi-Color Handworks, que está empeñado en llevar los tintes tradicionales a una nueva era. Desde el distrito de Kaifu, en Tokushima, Shoji y su pequeño equipo producen diferentes tintes ecológicos, entre los que destaca el índigo, cultivado sin productos químicos ni pesticidas.

 

"El principal ingrediente de nuestros tintes para tejidos es el azul índigo, junto con el amarillo (procedente de la caléndula), el rojo (de las raíces de rubia roja) y el marrón (que se obtiene a partir del barro).

Estos cuatro colores se combinan para crear el color de base. Por ejemplo, después de teñir con amarillo caléndula se puede incorporar índigo, que es más claro, para crear verdes".

Él explica.

Shoji se interesó por este oficio a causa de la dermatitis atópica severa que sufría su hijo. Su compromiso es crear prendas que resulten placenteras de llevar y que a la vez estén en armonía con la naturaleza. El proceso de teñido exige aclarar la tela varias veces; para ello, Shoji utiliza agua subterránea del río cercano a su taller.

Una vez cosechadas, las hojas de índigo se fermentan utilizando únicamente agua y aire.

A contracorriente del mundo actual, de modas efímeras y gratificación instantánea, Shoji pone en valor las ideas y procesos que maduran poco a poco. Y señala que muchas de las técnicas tradicionales japonesas tardan en dar su fruto.

"Solo hay que pensar, dice, en las técnicas japonesas de fermentación. Hacen falta unos seis meses para producir miso y salsa de soja. Nosotros, después de cosechar y secar las hojas de índigo, las fermentamos durante tres meses empleando únicamente agua y aire, volteándolas una y otra vez para favorecer el crecimiento de microorganismos".

El trabajo de Shoji y los demás artesanos de su taller se apoya en un inmenso oficio y un sano respeto por la tradición, pero sus prendas no están pensadas solo para ocasiones especiales o para ser piezas de museo. Todo lo contrario, están hechas para usarlas y disfrutarlas en la vida cotidiana. "En Hi-Color Handworks, nuestro objetivo es fusionar el pasado y el presente —afirma

“Queremos crear diseños con un atractivo capaz de crecer con el tiempo"

Este compromiso de mantenerse fieles al pasado al tiempo que se persigue la innovación encaja muy bien con la filosofía de diseño de Mazda. Los diseñadores de Mazda trabajan con un espíritu que se remonta a la reconstrucción de Hiroshima, la ciudad en donde nació la marca, y la precisión de sus técnicas busca difuminar los límites entre forma y función. Un maravilloso ejemplo de estos valores es la reciente colaboración entre Mazda Motor Europe y Suzusan, una empresa textil y de diseño japonesa con oficinas en Nagoya, Tokio y Alemania. Aquella colaboración se articuló en torno al uso del Yohaku (el espacio vacío, un valor compartido por ambas empresas) y la búsqueda de inspiración en la naturaleza. En Suzusan, todas las piezas se elaboran a mano de principio a fin, del mismo modo que los maestros Takumi de Mazda trabajan a mano distintos materiales, como la arcilla o los metales. El resultado es una calidad superior con un alma humana.

Al frente de Suzusan está Hiroyuki (Hiro) Murase, cuya familia se dedica desde hace cinco generaciones a la técnica de teñido shibori en la ciudad de Arimatsu, en la prefectura de Aichi, en el centro del país. Desde que fundó Suzusan en 2008, Murase ha internacionalizado con gran éxito una visión contemporánea de estas técnicas tradicionales.

Ahora, Murase está afincado en Düsseldorf y no quiso dejar pasar la oportunidad de trabajar con el equipo multinacional de diseño de Mazda Europe. La pasión compartida por la búsqueda de la belleza a través del diseño fue también una oportunidad para reflexionar sobre el modo en que el interés internacional está ayudando a elevar a nuevas cotas el patrimonio artesanal japonés.

"Existe un diálogo en torno al significado y la esencia del arte popular japonés, que está ayudando a crear nuevas tradiciones. De alguna manera, está ampliando la base e incorporando propuestas que no existirían solo con la aportación de los japoneses", explica Murase.

"La tradición no es solo cosa del pasado. También evoluciona en el presente y se proyecta hacia el futuro."